lunes, 1 de junio de 2009

Capítulo 2

Capítulo 2

NICOLAS

Nícolas un joven muchacho que no superaba los veinte años, se encontraba observando con sus inanimados ojos grises como el humo con el paso de las aburridas horas, se consumía en el ardiente fuego de la chimenea. Durante este tiempo, no dejaba de atusarse su corta melena carbonatada con unos mechones que se dejaban caer sensualmente sobre su tez blanquecina.
Se miró al espejo. En el encontró un rostro y un cuerpo que a la vez de hermoso era fuerte. Con unos brazos corpulento y un abdomen en el que se marcaban los abdominales. Pero aun así su cuerpo no parecía tosco y ni mucho menos extremadamente robusto.
Había intentado, de diversas formas, entretenerse mientras finalizaba su larga espera: había entrenado un poco con su espada, estudiado la lección de su próxima clase e incluso leído algún libro de hazañas heroicas, los que más le gustaban.
Su trabajo en la corte, además de él de príncipe, consistía en vigilar que todo estaba correcto en todas y cada unas de las fuerzas especiales. Nícolas era el general. Estas fuerzas se encargaban de las misiones que debían llevarse a cabo en los lugares que estuvieran alejados del reino e incluso que se encontraran en otro mundo, como en el caso de la última de las misiones que le habían encargado supervisar.
Este era el motivo por el cual le sudaban las manos. Estaba esperando a una de sus mejores espías, y esta llevaba más de cuatro horas de retraso. En realidad, no sabía mucho de esta misión. Su padre, el rey, la guardaba como ni al mejor de los tesoros.
De repente algo le sacó de sus pensamientos.
Era su espía.
Nícolas suspiró aliviado. ¿Cómo podía habérsele pasado por la cabeza la sola idea de que algo iba mal? Pero su alivio desapareció cuando se encontró de frente con la aniñada pero dura cara de Deborah, su espía.
De pronto se fijo en que Deborah estaba pálida y que apenas realizaba movimientos. Momentos después, cuando Nícolas se fijó en la profunda herida que Deborah tenía en su abdomen y en los torrentes de sangre que de ella salían, fue cuando Nícolas se percató de toda la situación. ¡La habían descubierto! Y lo peor no era eso. No, eso estaba aun por llegar.
Nícolas mandó a uno de sus sirvientes a buscar al hechicero real. Después depositó suavemente a Deborah sobre su sofá. Cuando se dio la vuelta para ir a por los cojines para que se encontrara en una posición elevada, una voz entrecortada lo sorprendió:
- Estaba vigilando al que usted me mando, cuando, de repente, me sorprendieron por la espalda y me clavaron, ah, una espada en el abdomen - dijo el espía entre jadeos.
- Y como es que no te han llevado a curar, en vez de traerte directamente a mi presencia.
- Mi señor, esto no tiene tanta importancia como lo que tengo que decirte, pero de todas formas.- tosió- ya lo han intentado y no me han podido curar. Es como si la espada que me ha herido estuviese bajo algún poderoso hechi...
- Aguanta debes resistir, todavía no me has dicho todo- le ordenó.- ¿Viste al que te hizo esto? Porque me imagino que no seria ningún habitante de Lauma, ya que estos no conocen el paso que hay entre este y otros mundos. Ningún habitante, menos, pero ellos no pueden haber sido, no se habrán atrevido – su cara se transformó en un rostro feroz y sediento de venganza, miró a Deborah y fue como si la leyera el pensamiento - “La Orden De Su Majestad”.
-Lo siento, no conseguí verlo con claridad pero lo que sí puedo decirle es que no era huma...
Deborah no tenía más fuerzas para hablar y cayó muerta en un sueño del que no volvería.

Nicolás soltó un grito de rabia que hizo estremecerse a todo palacio. Se quedo allí quieto no pudiéndose creer lo que había pasado. Los minutos pasaban y Nícolas seguía en el mismo sitio quieto sin poder articular palabra hasta que de pronto uno de los médicos interrumpió ruidosamente la habitación. Nicolás se le quedo mirando sus desconcertantes ojos verdes. Pero él medico y hechicero más antiguo se armó de valor y le dijo:
- Mi señor, - trago saliva – cuando Deborah vinos a vernos, enseguida intuimos cual era la razón de su crítico estado, pero no nos lo podíamos creer e hicimos unas comprobaciones y pruebas, pero al final todo fue en vano pues todo lo que mas temíamos se revelo ante nuestros ojos.

Le enseñó la herida que había matado a Deborah. Esta era de espada, de eso no cabía duda pues la misma Deborah se lo había contado, pero no era una herida causada por una espada cualquiera. Se trataba de una espada cristalina. En ese momento Nícolas se acordó de la leyenda que su institutriz le había contado en una de sus lecciones, cuando no era más que un niño:


“La leyenda de las espadas cristalinas narraba la historia de cinco valerosos caballeros. Los cinco formaban un escuadrón invencible, juntos eran indestructibles. Todos los admiraban y alababan sus hazañas, pero en el fondo todos temían que un día llegaran a ser tan poderosos que nadie les pudiera hacer frente.
Ajenos a todo esto, los guerreros recibieron como regalo una hermosa y poderosa espada cada uno, pero estas no eran unas espadas cualquiera, cada una de ellas tenía una habilidad oculta, pero sobretodo muy poderosas.
Un día los caballeros fueron corrompidos por una poderosa fuerza y comenzaron a asesinar a miles de personas inocentes.
El hechicero que les había regalado las espadas, temeroso de lo que estas eran capaces de hacer, decidió urdir un plan para ya no eliminar a los caballeros, ya que esto era imposible, sino para evitar que siguieran produciendo aquellas atroces matanzas. Para ello realizó con todas sus fuerzas y las de la diosa Lauma un hechizó que les haría ser victimas de una maldición que les congelaría para toda la eternidad.
En cuanto a las espadas, el hechicero no podía destruirlas debido a que eran indestructibles, así que decidió mal decirlas a ellas también, de tal forma que si la persona que la empuñase no fuera digna de su regalo, este desaparecería y solo sería una vulgar espada.
Aun así, para mayor precaución decidió esconderlas cada una en un lugar recóndito. Hasta ahora, de las cinco espadas solo tres han sido encontradas. Una pertenece al rey, otra al príncipe Nícolas y la última, pero no menos importante a uno de los forajidos que luchan contra del nuestro amado rey, a uno de los miembros de “La Orden De Su Majestad”.
La espada del rey era de hoja ancha y pesada, poco manejable pero letal en cada mandoble. La de Nícolas en cambio era de una hoja mucho mas fina que la de su padre. Con ella se podían dar muchísimos golpes de seguido ya que era muy ligera y cualquiera de sus cortes son perpetuos ya que siempre dejará una cicatriz que nunca cerrará al que sea victima de su poder. De la última no se sabía nada ya que nunca nadie la había visto, o por lo menos no había vivido para contarlo.

Del hechicero desde entonces nada se volvió a saber ya que tuvo que usar todo su poder y parte del de los dioses para liberarnos de aquellos caballeros. Escondió las espadas y desapareció para siempre.”

Después de estas reflexiones Nícolas se dispuso a ir a los aposentos del rey para informarle sobre la nueva situación.
El camino para llegar a los aposentos era muy largo y complejo, pero Nícolas ya sé los sabia de memoria, pues sus habitaciones estaban justamente en los lados opuestos.

La relación de Nícolas con su padre nunca había sido muy normal, nada tenía que ver con la relación de un padre con un hijo. Él achacaba todo a que ningún hijo tenía un padre como rey y que ningún padre tenía un príncipe como hijo. En realidad él no creía esto, incluso aunque pocas veces, deseaba haber sido un niño normal en una familia normal.
Nícolas poco sabía de su madre, esta había muerto a las pocas horas de nacer él y por lo que le decían se parecía mucho a ella, por que lo que era a su padre Nícolas no se veía ningún parecido.
A los cinco años Nícolas ya empezó a entrenarse para ser caballero y aunque era una edad un poco joven para comenzar en el uso de la espada, resultó que tenía muchas habilidades con ella. A los siete años ya era todo un maestro.
Uno de los mejores días en la vida de Nícolas fue el día que su padre le regaló su preciada espada. Su padre le había contado que perteneció a uno de los mejores caballeros que había existido jamás en Lauma.

Primero tenía que atravesar el largo pasillo central. En él a los lados había decenas de cuadros con la esfinge del rey. También había algunos cuadros con su esfinge pero muy escasos.
Después del pasillo central, atravesó una gran puerta hecha de oro, y por fin a lo lejos diviso a su padre que estaba reunido con algunos de sus consejeros debatiendo sobre algunos asuntos del pueblo llano. Después de esperar a que terminase la reunión el Rey le hizo un gesto para que se reuniera con él.
- querido hijo ¿qué ha hecho que nos honres con tu presencia?-dijo el rey con cara de haberse sorprendido por la presencia de su hijo.
- Padre ha ocurrido algo terrible y que no nos esperábamos, han matado a una de nuestros espías en la tierra.-contesto Nícolas con voz un poco pastosa de antes.
- Bueno pues envía otro, tampoco nos vamos a inquietar mucho - dijo el rey tranquilamente – ya han muerto muchos no creo que la muerte de otro suponga un grave problema-dijo su padre con media sonrisa en la boca.
A veces le sorprendía lo indiferente que se comportaba su padre con la gente que él consideraba poco importante.
- Mi Señor, eso no es lo mas grave. El arma que le mató es una espada legendaria. Todavía no sé cuál. Pero lo que sí sé al cien por cien que esa fue el arma que lo mató.
Ahora el rey si pareció atender. Su cara parecía un poema, en ella se podían ver grandes atisbos de odio pero de miedo a la vez.
- Malditos ”La Orden De Su Majestad”, me tienen ya hasta las narices, siempre entrometiéndose en nuestros planes. Pues habrá que darles un escarmiento, ¿no crees hijo? - dijo con mirada de pocos amigos.
- Sí, claro.
El escarmiento consistía en torturar a alguna pobre gente, lo que haría mella en los corazones de los ”La Orden De Su Majestad” y les haría replantearse la idea de sí merecía la pena lo que hacían, Si compensaban las muertes de personas inocentes por el fin que se proponían.
Poco después regresó a su despacho, lo que había sucedido le había dejado muy pensativo. ¿Cómo el vigilar a un simple humano causaba tantos estragos?
Decidió que era hora de llamar a la más eficiente de las espías que tenían.
Hacía ya algunos años que había tenido una fuerte discusión con su padre, pero en estos instantes se acababa acordaba del motivo de la misma: Quería quitarle a su mejor espía para que espiase a un simple humano.
Pero ahora creía saber que no era un simple capricho de su padre y se dispuso a llamarla.
- Meredith, haz llamar a Kate... y que venga lo antes posible.
Espero impaciente contemplando el fuego a que llegase.
Mientras llegaba se puso a admirar su espada a la que sentía como si formara parte de su cuerpo.
Tock tock. Llamó Kate a la puerta.
- Pasa – dijo sentándose derecho y muy serio dejando a su espada en la vitrina.
- Me habéis hecho llamar señor – dijo asomando la cabeza
- Si, siéntate por favor.
Cerro la puerta y entro despacio y mirando al suelo cohibida. Cuando estuvo situada, Nícolas empezó a hablar:
- Tengo entendido Kate que sigues con el trabajo que te encomendó el rey hace unos años ¿no?- la miró implacable.
La chica no sabía que responder. Era verdad que seguía haciendo ese encargo pero no quería que su señor se enfadase con ella, ya que había visto lo que les pasaba a los que molestaban o mentían a Nícolas.
Él intuyo lo que la atormentaba y le dijo en un tono más cordial:
- No te preocupes ya sé que sigues trabajando en ello, solo quería saber que tal te va en la misión, ya que fuiste una de mis mejores espías.- hizo una pausa eligiendo las palabras con las que iba a empezar- Tengo entendido que en la Tierra, espías a un humano y quería saber quien es esa persona y porque está relacionado con la muerte de mi espía.- dijo penetrándola con la mira y cambiando el tono de su voz, como si solo pudiese enterarse él de la respuesta.
- Esto... pues... - la chica se queda callada sin saber bien que decirle.
Nícolas espero paciente aunque nervioso y expectante.
- La verdad señor no lo sé y tampoco creo que este autorizada a contárselo.- dijo incomoda esperándose lo peor.
Él se quedo frustrado pero sabía que por la fuerza no conseguiría nada y volvió a intentarlo con otros métodos.
- Esta bien te entiendo, entonces dime el motivo por el que lo espías y su nombre.- “así con el nombre y unos pocos datos más me enterare de todo”, se dijo
- Lo siento señor pero su padre me dio órdenes estrictas de que no podía contárselo a nadie.- dijo en un susurro.
Nícolas estaba a punto de explotar, como es que siendo el hijo del mismísimo rey no se podía enterar de una cosa ten insignificante, pero se intento calmar diciéndose que así no llegaría a ningún sitio.
- Ahora señor si me lo permite, me gustaría retirarme.
- Esta bien Kate puedes retirarte.- dijo dándola la espalda.
La chica no se lo pensó dos veces y salió casi corriendo del despacho.
Nícolas estaba frustrado por no haber conseguido la información y no haber podido saciado su intriga, pero pensó que así sería mejor ya que puede que fuera mas seguro no involucrarse en ese tema y, decidió dejarlo por ese día.

Por la noche, mientras dormía, Nícolas tuvo un sueño.
Soñó con la chica más bella que había visto nunca. Esta corría y corría huyendo de una alta y robusta sombra que la acechaba. Nícolas para sí le pedía que corriese, que no se dejase alcanzar, pero la sombra era más rápida y ya no le separaban mas que un par de metros.
De pronto la sombra se quedo quieta observándola con exactitud, observaba aquellos ojos azules llenos de vitalidad, mientras ella solo podía chillar. La sombra cogió su espada y se dispuso a matarla. De repente Nícolas se despertó sudando. Había tenido muchos sueños, pero ninguno como ese.¿Quién era aquella misteriosa chica?

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